30.3.17

Cuentos para el capitán nintendo. (I)

LA FARERA DE ILLA PANXA.
Nació en la bodega de un barco y aprendió a caminar trepando los mástiles que cruzaban Alejandría. La gente no comprendía su pelo gris, ni sus ojos naranjas. Era una niña extraña, esa es la primera certeza que recuerda haber tenido. Sus padres la amaban con una preocupación complicada que ella no entendía. Se contaba cuentos trapicheando con deseos propios y ajenos. Viajó sin descanso. En África vio parir a una elefanta y estuvo segura de entender así muchas cosas (como por ejemplo: el ciclo de la vida, su miedo a crecer o, por qué no, la preocupación complicada de su madre). En otra ocasión cogió un tren que la llevo directa al centro de la tierra, bebió su lava y desde entonces la llamaron chica volcán. Eso le gustaba, se sentía con ese nombre una rockstar, y le parecía mucho mejor que ser una chica extraña. Amo a dioses y diosas terrenos. En una ocasión incluso amo a una sirena pero se marchó cuando comprendió que alguna de las dos se ahogaría si finalmente compartían un hogar. Bueno, eso es lo que se decía. En realidad se marchaba pronto siempre porque el amor era un anhelo y un terror a partes iguales. Un día en Australia se durmió bajo un eucalipto y mecida por los vahos se despertó en la bruma de una playa de Galicia. Varios siglos más tarde los eucaliptos también viajarían a Galicia  pero dentro de un plan de producción madedera... En fin, esa es otra historia. Volvamos a la chica volcán. En aquella costa se quedó y entendió en ella un nuevo sentimiento, una nostalgia dulce de aquellas personas queridas que había conocido. Una melancolía desgarradora y hermosa. Así que decidió construir dos faros, uno para que encuentren su rumbo los que se van y otro para que lo encuentren los que vuelven. Nunca se podrían ver los dos faros a la vez, ni siquiera ella podría verlos. Y nunca vivió en ninguno de los dos, porque en realidad esta no es la historia de la farera de Illa Panxa pero creí que la de la chica volcán te gustaría mas.



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