30.3.16

El hallelujah del rock and roll

Te quise y te quise,
siempre te quise.
Y aún queriéndote te quiero,
y aunque te quise,
te quiero más aún.
En una desgarbada pureza,
con una plegaria tierna
y una paz libre,
te quise y aun queriéndote te quise más aún.
Amando la madre, amando el padre, amando el hijo, amando el amigo, amando el hermano y los amantes.
Amando todo y por todos y entre todos,
lunáticos amándonos, vida amándonos, naturaleza amante.
Nieve y sol la ruta del que corre tras el amor
dejando una estela de luces prodigiosas y exhaustas.
Lo quiera o no evitar,
hay cada día un huracán centrifugándome el corazón,
enloqueciéndolo.
Y tú, con la beatitud de un ángel
riegas mi cabeza besando lo más genuino y escandaloso existente tras mis ojos.
Escuché un grito eufórico en la habitación vacía,
mi yo abriéndose paso por existir.
Y en su desnudez una tímida vergüenza incendió mi cara.
A veces, qué compungido esto del amor y el apego,
qué vivas las lágrimas que puede llegar a desprendernos.
Somos celestiales, brillantes y tristes,
una carcajada gigante contra los espejos,
una canción llorando,
fragmentados y cuestionados,
sedientos y alegres,
el hallelujah del rock and roll.
Yo, que iba a volar tan lejos del mundo,
me sorprendí amándolo,
y lo ame más aún desde el zumo de naranja de sus mañanas.
Como una visión de siglos de hambres,
me supe infinita en todas mis caras.

Una estela de luces prodigiosas y exhaustas.




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