30.3.15

- Aunque sólo sea por el factor cielo - escribió Silvi Orion


De dónde vienes como si la vida simplemente fuera inevitable.
Del río y su ciclo eterno.
De ahí vengo, de empaparme los pies en su metáfora.
A la vez está naciendo y llegando inmenso a un mar.
A la vez está recorriendo los cielos y creando cauces nuevos.
El río
demostrándonos que TODO ocurre a la vez.
Que nuestro invento del tiempo
es un juego de duendes tomándonos el pelo.

Hay una fiesta astronómica en nuestro inconsciente.
Es ajeno a la contradicción,
allí puedo quererte
y olvidarte
a un tiempo y a nadie le chirrían los dientes.
Es ajeno a la negación, todo existe...
¿puedes imaginar un lugar así?
Despliega tus sentidos hacia el interior
y descubre ese desván ajeno también a la palabra.
Todavía recuerdo el metal frío en los labios
de aquellos años en que intenté aprender la harmónica.
Todavía recuerdo pretender una casa con el suelo de arena
y que alguien me dijera
"¿cómo se mantiene limpio un suelo así?"
¿Cómo se mantiene limpia la conciencia?
¿Y para qué se intenta?
¿A qué ha venido tu risa al mundo si no a romper jaulas?
Un paraíso de juegos las inhóspitas vivencias de la realidad.
Comprender la sombra de una desesperación ahogada asomando
el primer día que temí perderte,
me abrió la mente a un camino de libertad
más inmenso
del nunca antes conocido.
Liberemos al amor de cualquier atisbo de necesidad.
Y a la vida de nuestras ansiedades.
Saboreemos las dimensiones de nuestro espíritu.
No olvidemos que lo abstracto habita lo terreno
y abrazar lo uno sin lo otro es un juego a medias,
una naranja preparada para secarse.
Mécete en el regazo de Pachamama,
en la realidad de la tierra y la hierba,
y ese amor te traerá el vacío y sus estrellas.
El síntoma del aniversario,
delirar para resolver un conflicto,
unir dos polos,
lo no simbolizado
lo no conectado.
No me creáis cuando os diga que no tuve otra opción.
Claro que la tuve.
Pero elegí esta.
Aún tengo otras opciones y sigo eligiendo esta.
El tranvía
siempre está dispuesto a aparecer si cruzas desnuda sus vías.
Solo tienes que silbar.
Silbar y subirte,
recorrer en su regazo de metal el mundo.
Pero yo decidí quedarme a observar
tomar notas que nunca me traspasaran.
Diseccionar con la mirada el mundo
para escudriñar con la racionalidad
de quien busca el sentimiento entre la ciencia de las neuronas,
negando con pragmatismo el romanticismo del alma.
Y a la vez, esperar
un resquicio en el que todas las pruebas sean inconclusas
y siga la magia del misterio dándole calor al adentro.
Ese resquicio que es un umbral empapado de hiedra
y los viejos del lugar bien lo llaman poesía.
Me marcho
a la isla de los niños perdidos.
Si dejas entornada la ventana volveré,
te lo prometo,
volveré cada noche desde la tercera estrella a la derecha,
haré volteretas volando por tu techo para hacerte reír
para que creas que sí, que al final me salvé.

Reventemos a cosquillas el desierto. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario