Ayer,
una risa sin eco
dentro
se apoderaba de mi
garganta gritando:
"vendo mi alma
al diablo por un último sentimiento,
aunque sea rabia...
pero algo,
dadme a sentir
algo".
Volvía
el hielo de la
anestesia en la sangre,
la piel escarchada,
un iceberg
resquebrajándose en silencio
y una risa,
repito,
una risa sin eco.
¿Sabes?
Los arboles ya no
reconocen mis pies trepando sus cortezas.
¿Cómo esperan que
crea que no había otra forma de salvarnos?
¿De qué estamos
huyendo, dime, y para qué?
Llueve
y de un golpe las
nubes nos dibujan
sintiendo lo mismo
todos a la vez
todos igual de a
salvo
todos con la misma
gota de agua recorriéndonos la piel,
y sonreímos o nos
quejamos,
tal vez incluso
comprendemos que es así...
todo es así
como si pudiéramos
estar así de unidos siempre.
De aquí que la
lluvia sea polvo de hadas líquido.
Hay una flor llamada
cincidela
que vive bajo tierra
y sólo asoma al
mundo poco antes de morir.
Hay un cowboy
heroico de luces de neón.
Música, no nos dejes
nunca,
por muy sordos que
nos volvamos,
nunca nos dejes.
Somos los jóvenes
despeinados
somos el poco de
pimienta que hace toser a los siglos
somos la alucinación
del extraterrestre tumbado al sol de otro planeta.
Somos estufas
reconfortando una siesta.
El humo ya no nos espanta.
No dejes de girar si
es tu forma de bailar.
Volverán los tiempos
del frío
de cruzar en rojo
los semáforos de lo establecido,
no con
inconsciencia,
con una esperanza.
La danza agónica de
un guppy muriendo.
Agujeros negros en
expansión.
La melancolía que
trae noviembre.
Se reían de todo,
era su forma de
salvarse,
de salvarnos.
Todo un cielo de
luz.
En realidad sólo
digo que me daría a la fuga contigo,
a sabiendas que
estas vías nunca nos llevarán a ningún sitio.
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