La mente en blanco,
el miedo escénico tras un telón
amortiguando ecos de agitación.
Y entonces, "sonreíd, niñas" te devolvía el aliento,
los nervios y los temores evaporados por una frase,
por una persona a la que tus ojos de niña
adoraban y admiraban a partes iguales.
Con los años conociste que no se pueden suturar las ausencias
ni aquello que hemos convertido en fantasmas.
Pero se puede entrar al estudio de ballet
y bailar hasta que sus tristes quejidos enmudezcan
como el aplauso del acróbata de semáforo.
Que la vida sí que da miedo a veces,
nada de telones y escenarios,
la vida en tus manos cuando llega quemando.
Y entonces aún suena un "sonreíd , niñas" en tu memoria,
y sonríes y sigues adorando y admirando a partes iguales.
La perspectiva del mundo desde un cambré,
la pirueta que sin saberlo te salvaba.
Siempre pensando en fugas, cabeza loca,
y sin saberlo allí escapabas, por un rato... escapabas.
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