Dejó de ser un oso así, un día sin aviso, bajo
un zumbido constante. Árboles vendidos ya antes de ser talados, ya antes de
germinar. Siempre hay una mariposa blanca entre la lavanda y es libre. Huye del
asfalto con mis deseos creciendo en sus alas. Días de querer ligarte al mundo, besarle y a solas (con
ternura) decirle que tranquilo, que vamos a hacer lo imposible por lograr un
lugar del que las mariposas no se quieran catapultar.
En la agreste altura de la
montaña enredarte en la carrera de una manada de caballos libres. Respirar el
viento que bate en ese momento sus crines. La tierra llora toda la ternura de
sus entrañas alimentando una yegua a su potro, patas temblorosas sosteniendo el
lunar de su rostro. Venir al mundo a bebernos la pureza de su salvaje belleza.
Así sin aviso, un gesto
atravesándote rompiéndote en agua los ojos derramando saciada sed de ternura. Que
ni estabas respirando porque te costaba creerlo o te daba miedo que un parpadeo
y ya no fuera cierto que algo así te estaba pasando. A ti, sí, te está pasando,
sigue respirando y no te olvides nunca de este momento.
Era yo misma la aterrada y lo que
me aterraba. Si me ves haciendo tonterías sólo es mi forma de volverme lo
bastante loca para saltarme mis miedos. Soy un desastre, perdona, no sé hacerlo
de otra forma. Cuando algo es muy real
la resaca de sentimientos se hace imperdonable.
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