Con qué
valor negar
que rodar
por los inviernos de este mundo
no
es
igual
si se hace
al abrigo de otro cuerpo.
Hay
razones que nunca convencen
por mucho
que sean
las más
sensatas
que
hayamos
odiado
en nuestra
vida.
Decirte
adiós
quizás no fue su decisión más inmaculada de certezas
ni el
convencimiento cesó los titubeos de la voz
ni
abandonó la garganta la duda de los "peros".
Qué lejos
(tantas
veces)
lo que se
debe
y lo que
se querría deber.
Era la
mujer de su vida
y la
estábamos perdiendo
por un
golpe de raciocinio inmutable.
Cuántas
veces las circunstancias nos disponen
ser
ángeles en un teatro del absurdo
llorando
vértigos
reclamando
a los sentimientos el abrir de puertas.
¿Cómo no
va a asustar
que a
alguien le baste una llamada
para
detonarte los "te quiero" de la garganta?
¿Cuántas
veces ponerlos en "mute"
para
dejarnos sólo a nosotros mismos estas guerras?
Recordar
que un día te enamoraste
y que el
tiempo logre
que
saberlo te despierte una sonrisa libre
libre de
lágrimas, de besos al viento amargos,
una
sonrisa libre y viva,
una
sonrisa al tiempo
sólo con
saber que un día te enamoraste.
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