Su mundo se transformó en una risa gigante
que le hacía romperse en carcajadas con fuerza
y terminar sin respiración y colocada de endorfinas.
Una risa de aquellas que te sacan las entrañas,
así se juró que sería su vida.
Aquel día reía en un gélido amanecer
y bajo la lluvia los ojos se humedecieron
conmovidos de tanta belleza,
acurrucada belleza,
la oía incluso respirar
dentro de cada gota de agua.
Volvía a casa cantando glorias venideras
bajo un cielo nuevo.
Se juró reír, se juró una vida
de carcajada de gigante,
se juró no desenamorarse nunca,
gigante torpe enamorado
subiendo la calle un gélido amanecer.
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